Para explorar la parte Norte de Islandia elegimos como base una casita perdida en medio de la nada, a unos 14 Kms al Sur de Husavik, llamada Skogar. Llegamos tarde, ya anochecido, pero el cielo estaba de un perfecto color naranja, que contrastaba vivamente con el mar azul. Lo bueno que tienen estas latitudes es que el crepúsculo dura muchas horas, pues a las 12:30 seguían los mismos colores.
La casita tenía varias habitaciones pero la habíamos contratado para nosotros solos. Sin embargo, cuando llegamos nos dijo la dueña que la última noche tendríamos que compartirla con otra pareja. Tampoco era tan malo, pues ya tuvimos que compartir una casa con otra pareja de italianos en Skaftafell y nos apañamos bien. Este tipo de turismo es de lo más normal en Islandia: te dan una habitación para dormir con tu saco y dispones de servicios comunes de WC, ducha y cocina. Es más bien como en un refugio de montaña. Esto permite compartir tus experiencias con gente de diversos países con tus mismas aficiones y te enseña a compartir y respetar a los demás.
Lo bueno es que esta vez nuestros compañeros de alojamiento eran una pareja de aragoneses muy majos, que casi acababan de empezar su viaje, y que ¡vivían en Madrid a pocas manzanas de donde vivimos nosotros¡ El mundo es realmente pequeño.
Al día siguiente recogimos temprano y les dejamos la casita a ellos, para que la disfrutaran otras dos noches, mientras nosotros comenzábamos el regreso escalonado a nuestra tierra.
Por cierto, en Agosto hay mucho español e italiano en Islandia, pues es cuando nos obligan a coger las vacaciones; los franceses y alemanes son más de Junio y Julio.
1 comentario:
Qué pequeño es el mundo!!! je, je, :-)
Te tienes que ir a la otra parte del mundo para encontrarte a un vecino.
Abrazos
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