miércoles, 30 de junio de 2010

Melchior Islands

20-Feb-2010
Después de una rápida comida (hay que aprovechar este día tan bonito) embarcamos en las lanchas para explorar las islas Melchior. Estas islas se sitúan entre Anvers y Brabant, en el centro de la bahía de Dallman, en el archipiélago de Balmer. Las islas no tienen mucha altura pero están cubiertas de una gruesa capa de hielo, con apenas tierra libre donde desembarcar.. En una de esas islas se encuentra la estación argentina Melchior, ocupada solo en verano.


Vamos a explorar los alrededores en lancha, para intentar ver la abundante fauna de este lugar.
Por supuesto no pueden faltar icebergs de sorprendentes formas:


Con algunos de ellos jugamos a hacer fotos de catálogo de viajes:

Durante la exploración nos acercamos a una oscura cueva formada por muchos metros de nieve, aunque por precaución no entramos en ella.

No podían faltar las focas (Arctocephalus gazella), que se muestran muy esquivas y nerviosas:


También tenemos la oportunidad de ver cormoranes (Phalacrocorax bransfieldensis), con esos bellos ojos azules:

Pero todos estamos esperando ver ballenas jorobadas. El día es perfecto: aire limpio, mar en calma, de un bellísimo color azul, nada de viento.


Las miradas clavadas en el horizonte, en busca de siluetas negras; los oídos atentos al más mínimo signo de movimiento. Nos balanceamos lentamente sobre las lanchas, en silencio, esperando.


De pronto alguien dice "¡Ballena!" y todos dirigimos las miradas y las cámaras hacia esa dirección:
Vemos tres ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae), que parecen disfrutar del día más que nosotros. En estas fechas llevan ya varios meses alimentándose y se presentan muy tranquilas, incluso curiosas. Nos acercamos lentamente, para verlas más de cerca, procurando no molestarlas.

Pero lo que nunca nos podíamos imaginar es que no solo no se fueron sino que vinieron hacia las lanchas, como queriendo saber quiénes éramos. Estaban muy tranquilas, sumergiéndose suavemente y apareciendo a escasos metros de nosotros. Algunas incluso llegaban a tocar la lancha con las aletas. Sacaban la cabeza de la superficie y nos miraban con esos enormes ojos, sin miedo alguno.
Empezaron a acercarse más y mas. ¡No sabíamos dónde mirar! Estaban por todas partes, rodeándonos. ¡Casi podíamos tocarlas!


Una de ellas se puso "boca abajo", y empezó a mover la cola de un lado a otro, como saludando.

Otra sacó una aleta y también se puso a saludarnos, hasta que se puso "boca arriba" para tomar el sol con nosotros:


Luego se sumergió lentamente, casi con pereza:
Las horas iban pasando y teníamos que regresar al barco, pero el espectáculo era tan fascinante que nadie quería irse. El piloto de nuestra lancha, biólogo y fotógrafo, llamó al barco y le pidió al líder de la expedición que nos dejara un poco más, que este "encuentro en la tercera fase" era algo único. Tanto entusiasmo demostró que el líder nos dejó disfrutar una hora más. Y entonces empezó lo mejor. Las ballenas se empezaron a acercar casi con descaro, pasando de una lancha a otra, como para darnos la opción a todos de verlas de cera, de muy cerca.





El tiempo pasaba y teníamos que irnos, pero nadie quería encender los motores. Menos mal que apareció uno de esos grandes barcos de 2.000 pasajeros que suelen navegar por esta zona, y con esta excusa nos despedimos de las ballenas.

Esta ha sido quizá la experiencia más fascinante de encuentro con vida salvaje de nuestras vidas. El perfecto colofón de nuestro último día en la Antártida (por ahora).
De regreso al barco todos mostrábamos la alegría y satisfacción en nuestros rostros, algunas más que otras:

Gerlache Strait

20-Feb-2010
De regreso al barco disfrutamos de un suculento desayuno, aunque lo hacemos con mucha rapidez pues hace un día fantástico. La cubierta del barco es un lugar privilegiado para disfrutar de la travesía por el estrecho de Gerlache hacia la bahía de Dallman.

Un efecto curioso en estos lugares australes es que si te sitúas en la proa con dirección Norte vas a tener el sol de frente. Es un efecto extraño y nuevo para mí, ciudadano boreal, que tengo que tener muy en cuenta al hacer las fotos.
Mientras navegamos podemos ver por última vez a nuestros amigos los pingüinos, esta vez apiñados sobre un iceberg.

También vemos focas (¿cómo se habrán subido allí arriba?).


Pero lo mejor estaba por llegar. Nos dijeron que esta zona es muy rica en alimento y que tendríamos la oportunidad de ver alguna ballena. Efectivamente, pronto vemos a un pequeño grupo de ballenas jorobadas no muy lejos del barco.



Pero lo más divertido fue cuando una de las ballenas se pone boca arriba y abre los brazos, como si quisiera darnos un abrazo de despedida.




Las horas nos pasaron muy rápidamente, pues estuvimos viendo ballenas hasta que llegamos a las islas Melchior, donde pudimos disfrutar el espectáculo más increíble de nuestras vidas.



domingo, 6 de junio de 2010

Danco Island

20-Feb-2010
Hoy es nuestro último día en la Antártida. La organización quiere cruzar el Drake Passage lo antes posible, por si encontramos mala mar y necesitamos más tiempo de lo normal. Por eso hoy desembarcamos a las 6:00 de la mañana en la isla Danco, una pequeña isla de apenas 1.6 Kms de largo pero con una buena elevación (180 m).
Antes de desembarcar disfrutamos de los primeros rayos de luz sobre los hielos:

El mar está muy calmado, y el silencio es absoluto. Vamos desembarcando lentamente, dejando el barco todavía con las luches de la noche:

La playa es negra, con muchos pequeños trozos de hielo que no dificultan el paso de las zodiacs.
Es tan temprano que todavía podemos ver curiosas figuras geométricas de hielo creadas durante la fría noche:

En la isla encontramos una pequeña colonia -1.600 parejas- de pingüinos Gentoo:

Poco a poco vamos ascendiendo hasta la cima de la isla, desde donde podemos admirar un espléndido paisaje:


Al fondo podemos ver al Akademic Ioffe, otros de los barcos que surcan estas aguas con expedicionarios polares como nosotros:

Donde hay pingüinos hay skuas, los carroñeros de este lugar. Después de desayunar se limpian el plumaje meticulosamente en un pequeño charlo cerca de la playa:

Antes de regresar al barco damos una pequeña vuelta por la bahía para observar las formas y colores de los icebergs:


Pero lo que no esperábamos era ver una escena de caza de una foca leopardo sobre un cormorán: la foca se acercó rápidamente a la pobre ave, que estaba flotando sobre el mar, y de un salto abrió sus fauces y atrapó a su presa.


Pero no la devoró inmediatamente, sino que la soltó y estuvo muchos minutos jugando con el agonizante animal, mordiéndolo repetidamente pero sin llegar a matarlo.



Escalofriante escena de la lucha entre la vida y la muerte, de la que fuimos espectadores privilegiados en este rincón del continente helado.